Publicación Oficial de la Sociedad Ecuatoriana de Neurología, de la Liga Ecuatoriana Contra la Epilepsia y de la Sociedad Iberoamericana de Enfermedad Cerebrovascular
 

Artículo original

La Docencia Médica. Medical Education.

Autor: Eduardo Arízaga†

Rev. Ecuat. Neurol. VOL 33 Nº1, 2024
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    Resumen

    Un Estado requiere, para su buen funcionamiento, varios puntales donde afincarse con solvencia, seguridad y éxito y así poder otorgar a sus habitantes un sistema de bienestar. Dos son muy importantes: la educación de sus ciudadanos y un sistema de salud que vele por ellos de manera acertada. Muchas de las otras exigencias nacionales como seguridad social y económica, sistema judicial impoluto y equidad se desprenderán de estas dos premisas.

    Una excelente educación nacional garantizará que todos sus educandos adquieran un nivel de conocimientos similares al terminar su educación secundaria o de bachillerato. Estarán bien preparados para escoger estudios en distintas áreas y cumplirán un papel de excelencia en la vida nacional. Es fundamental que salgan de las aulas colegiales con una sólida formación en valores, en las diversas aristas del humanismo y con una clara concepción de lo que significa el incorporarse a una sociedad para servirla de la mejor manera.

    Al optar por una carrera universitaria existe un área muy sensible: se refiere a los que escogen la profesión médica. Ésta debe incluir una elevada fortaleza en Medicina Preventiva a través de programas de Educación para la Salud y un sistema de Medicina Curativa, diseñado de manera gradual para atención primaria, en manos de médicos familiares; de atención secundaria en hospitales que se encargarán de resolver problemas que requieren la presencia de especialistas pero cuyo nivel de complejidad no sea excesivo. Por último, para los casos más difíciles existen los centros de tercer nivel, destinados a pacientes que necesiten, a más de elevada preparación profesional, una tecnología de alta sofisticación.

    La docencia para estudiantes de medicina impartida por distintas universidades debe tener un objetivo común nacional que contemple de manera obligatoria las premisas anteriormente descritas. El Estado tiene la obligación de instruir a las escuelas de Medicina acerca de los médicos que requiere cada año, cada quinquenio y una proyección a más de 10 años para preparar profesionales que cubran a cabalidad este espectro planteado. Es decir, el papel del estado es crucial para evitar dos situaciones muy malas que ahora prevalecen en nuestro país: por un lado existe un nutrido grupo de médicos sin trabajo, a pesar de las grandes deficiencias de profesionales en los sistemas de salud y, por otro, la grave fuga de talentos que buscan su especialización en centros del exterior pero que no regresan por la dificultad de obtener una plaza de trabajo digna que incluya un salario razonable y el disponer de una tecnología avanzada que permita poner en práctica los conocimienos adquiridos en una vida muy dura y de alto sacrificio como son las especialidades cursadas en centros hospitalarios del primer mundo.

    La docencia universitaria tiene dos escenarios complejos. El primero se refiere a las cualidades que deben tener los profesores que educarán al alumnado. Se da por descontado que son poseedores de una alta experticia en su materia y que tienen la habilidad y la preparación suficiente para impartir ciencia, guiar a sus pupilos y estimularlos. No deben constituir la fuente principal de conocimientos, porque para eso están los libros. Más bien deben ser la fuente de inspiración. Es imperativo que obedezcan con disciplina las exigencias horarias, que exhiban un comportamiento ejemplar en su materia, además de ser un ejemplo de acrisolada honradez en su práctica médica. Un punto importante es que el cumplimiento de su cátedra esté por encima de sus intereses personales y profesionales. La calificación periódica que hace el profesor a sus alumnos al final de cada mes o de cada rotación puede ser hecha por un departamento ajeno a la Escuela de Medicina para evaluar también al profesor. Es decir, establecer que está enseñando aquello que es indispensable hacerlo. A cambio, el profesor espera de su institución educativa un respaldo constante en sus deseos de superación profesional, el crecimiento en su categoría docente y una remuneración que refleje su dedicación y su entrega que se pueden ver reflejados en el éxito de sus alumnos. La Universidad también debe señalar un mentor para cada alumno que siga de manera longitudinal, a lo largo de la carrera, su progreso y esté atento a problemas tanto académicos, sociales y psicológicos.

    El tema más complicado en la actualidad reside en escoger a los aspirantes más idóneos para estudiar medicina. En nuestro medio el bachiller ingresa de manera directa a estudiar Medicina. Esto constituye un grave problema porque con frecuencia el alumno deserta al darse cuenta que no es la profesión que quisiera para el resto de su vida. Un modelo racional implica un período incial de 3 a 4 años de estudios premédicos que incluyan ciencias básicas y una formación humanista profunda y luego optar por la carrera de Medicina en los siguientes 4 años. Así se asegurarán estudiantes maduros, autónomos y que han demostrado una vocación de servicio auténtica.

    La selección actual se basa en un examen de ingreso directo a Medicina de jóvenes de 18 años, recién graduados. El examen mide conocimientos en diversas áreas, en especial las relacionadas con ciencias biológicas. Sin embargo, este sistema de selección no es suficiente. Es muy evidente la presencia de médicos que actualmente practican su profesión alejados de normas éticas básicas, que incluyen abusos económicos y propuestas terapéuticas reñidas con la ciencia médica, aprovechándose del dolor, el sufrimiento y el desconcierto de los pacientes y sus familias ante diversas enfermedades potencialmente graves, lo que ha producido una creciente e injusta desconfianza desde la sociedad hacia el cuerpo médico.

    La educación en valores es privativa de los hogares. Ellos ya vienen con una formación básica en este campo. Los colegios y universidades tiene la obligación de reforzar las cualidades humanistas de sus alumnos. La tarea difícil es escoger bien al aspirante a una carrera tan sensible para la sociedad. Los exámenes de selección no son suficientes. Hay que incluir instrumentos que permitan descubrir trastornos psicosociales, problemas de personalidad que sean sugerentes de una seria distorsión sobre lo que significa la medicina, que es una profesión de servicio. La Escuela de Medicina da por un hecho que el estudiante es el artífice de su educación y que la escuela, sus profesores y sus tutores son facilitadores de sus estudios. Sin embargo, en la práctica, la vida nos ha mostrado que no es una realidad.

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